28 nov 2013

La creatividad en las aulas frente a la "rigidez" del currículo

Los profesores llaman a estimular las habilidades de los alumnos

¿Debe estar el alumno en el centro del proceso educativo o, por el contrario, deben ocupar los contenidos este espacio prioritario? El científico Pedro Miguel Etxenike no tiene la más mínima duda. Como tampoco la profesora titular del Departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo, Isabel Iglesias.

Y más de lo mismo pasa con el doctor en Psicología y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Antoni Castelló.

Todos ellos, en sus ámbitos diferentes, tienen un denominador común. Son firmes defensores del desarrollo de la creatividad en el aula y anteponen el alumno a los contenidos, tal y como han dejado constancia durante las IV Jornadas sobre Atención Escolar a Niños de Altas Capacidades, que esta semana han reunido a expertos en San Sebastián bajo la tutela de la asociación guipuzcoana Alcagi y que este año se han centrado en la creatividad.


El riesgo de que se mate la capacidad de los alumnos está ahí. Iglesias, quien está especializada en las estrategias para el desarrollo de la creatividad en el ámbito lingüístico, lamenta en una entrevista con este periódico la "rigidez" del currículo, que "inhibe, ralentiza o incluso impide" la creatividad. Esto implica que, en muchas ocasiones, los profesores se vean atrapados en "una especie de camisa de fuerza" que se traduce en "un divorcio entre lo que hacen y lo que querrían hacer", lo que repercute en el estudiante, que no saca sus habilidades creativas.

Es consciente de que "a veces el peso del currículo que viene impuesto ejerce una presión" en el profesorado, pero esto no oculta que «el problema a la hora de trabajar en la creatividad en distintos ámbitos es que dependes del docente, que es en última instancia el que puede ser innovador» en las aulas.

Por ello, recomienda a quienes se sienten "agobiados por la influencia del currículo" a que utilicen 50 minutos para el desarrollo de los contenidos y metodologías y otros diez para lo que "les gustaría hacer". Aunque es defensora de que se debe utilizar la hora completa para estimular la creatividad de los alumnos, considera que al menos 600 segundos "dan para bastante".

Habituada a impartir numerosos cursos de doctorado y seminarios de formación del profesorado, desarrolla un modelo que denomina CEM por las iniciales de creatividad, emociones y motivaciones, que "constituyen los tres pilares básicos sobre los que se puede sustentar el desarrollo de las habilidades lingüísticas para crear y recrearse»" en la palabra.

Su modelo es fruto de "muchos años de experiencia" en los diferentes niveles, tanto en las escuelas como en Bachiller y la Universidad, y se basa en adecuar cada estrategia "al nivel de competencia del estudiante".

Aunque las vías para desarrollar la creatividad son múltiples, antepone el quinteto conformado por el humor, el juego, la escritura creativa, las analogías y las preguntas provocativas. El humor como elemento para "fomentar la risa y superar el miedo al ridículo", el juego como vehículo para "presentar el trabajo como algo instructivo a partir de ideas, elementos y conceptos", las analogías como instrumento para «crear símiles, alegorías y metáforas» o la escritura creativa como instrumento para «enseñar la habilidad de generar y comunicar ideas".

Iglesias percibe cómo los profesores ven que este modelo "funciona", que es "absolutamente agradecido" y que "no es difícil" de aplicar.

Se comprende que es necesario "motivar y generar ese gusto por la materia", pero aún falta mucha pedagogía. En los últimos años se ha "investigado bastante" en las estrategias para desarrollar la creatividad, pero "fallamos en llevarlo al aula". Por ello, reclama a las instituciones y comisiones académicas que "vean el potencial que tiene la creatividad en ámbitos absolutamente trasversales" y "se aplique y se deje aplicar".

Etxenike comparte este planteamiento. Se trata de "motivar como fuente de aprendizaje" y "educar en la creatividad". Para el Premio Príncipe de Asturias de Investigación, la "clave" en la educación pasa por "motivar" la creatividad o, cuando menos, "no limitarla, ni entorpecerla", por lo que rechaza "idolatrar contenidos y metodologías".

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